Llevo una semana trabajando en un proyecto externo a mi empresa, en una de esas consultoras con cientos de empleados. A los pocos días te das cuenta de que la vida allí es diferente por varios motivos.
Lo primero son las oficinas. La ventaja de estar en una empresa medianamente pequeña es que pueden tener las oficinas en pleno centro de Madrid, pero cuando tienes cientos de empleados tienes que irte fuera. En este caso a Alcobendas, a unos 22 km de mi casa, con los maravillosos atascos de la M40 y la A1.
Tanta gente además hace que se mezclen muchos equipos con escasa relación entre ellos. A mis espaldas tengo un grupo que _creo_ se dedican a catalogar documentos escaneados, nada que ver con el nuestro. El compañerismo entre ambos brilla por su ausencia.
Esta mezcla y el ir y venir habitual en estas empresas, donde encuentras consultores que están unos pocos días en la oficina para irse al cliente durante meses, provoca que los empleados no estén muy por la labor de integrar a los nuevos. La cosa es mas bien un _este es tu sitio_, y ya te las apañarás.
Otro problema de estar tan alejado es que no hay otra cosa alrededor que oficinas. Ni un cajero, ni una tienda, y muy pocos sitios para comer. Por suerte estaré poco tiempo, porque la perspectiva de comer un día en el VIPS y al siguiente en un asiático no es muy apetitosa.
A esto le sumas la combinación moto+traje+lluvia, y la idea no es muy prometedora, pero al menos te permite trabajar en un proyecto bastante interesante.
Eso sí, me quedo mejor donde estoy.